España confusa

Algunos “califas” han creado una niebla ofuscante de odio que impide vernos cara a cara como vecinos.

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Ahora León / Opinión

Si hay algo totalmente claro en España es que entre las diferentes Comunidades Autónomas existen unas enormes diferencias  en  servicios a los ciudadanos.

Los “reinos de taifas” generan males innumerables, uno destacado es que se creen rivales. Algunos “califas” han creado una niebla ofuscante de odio que impide vernos cara a cara como vecinos  que conviven en estos tiempos que deberían ser de solidaridad, colaboración y paz.

Estamos en manos de locos del poder, abanderados de ñoñeces y un tanto caníbales.  Algunos instalados,  decía Mario Benedetti, como centinelas de basuras fósiles.

Hay muchos, cada vez más, españoles exiliados en su propia tierra; arrastrados por los meandros del politiqueo más envejecido, servil, palurdo y caciquero; políticas de pensamiento único y de ideología de género.

Para gobernar España necesitamos agentes “con moral y con luces” pedía Simón Bolívar. Hoy, más que nunca, nos faltan. Tenemos, más bien, agentes amorales y con menos luces que las luciérnagas. ¿Qué tenemos, pues?:

  • Palurdos seguidores de las directrices del proto-estado Comunidad Europea con su ideología de género importada y su fallida interculturalidad exportable.
  • Sañudos destructores de cimientos sociales, culturales y tradiciones sólidas bañadas en el sudor de nobles generaciones que supieron crear para dejarnos tradición, cultura, valores, familia, creencias e historia como lengua común y edificio sin fisuras.
  • Carroñeros escarbadores en heridas cicatrizadas, para escarnio de propios y extraños. Hurgan con revanchismo, ignorancia y fanatismo para crear inquietud dolorosa de vejeces y odios superados.
  • Traficantes de clientelas bien untadas con fondos destinados al amparo de urgentes necesidades. Dejan así a la intemperie la pobreza, la familia, los niños y la ancianidad; directos a las fauces de la cultura de la muerte.
  • Autonomistas empedernidos donde anida el nepotismo, el partidismo más execrable y la división más inhumana. Autonomías que fomentan y cultivan la exclusión, el enfrentamiento, la ruina de muchos para aupar a unos pocos.

Llegados a este punto es preciso insistir, por imperativo cívico, que hemos pisado y superados los límites admisibles del autonomismo degradante, sustentado por el más estúpido politiqueo para nuestra desgracia como País, como Estado y como futuro. ¿Queremos y sabemos enmendar tanto mal como es necesario corregir, cambiar y renovar por mera supervivencia? Es una cuestión que implica muchas, muchísimas dicotomías, no son alternativas, se trata de elegir autonomías o todo lo demás junto.

  • O autonomías que son división, secesión y alejamiento; o unión, convivencia y cooperación sin ellas.
  • O autonomías o igualdad entre todos los españoles.
  • O autonomías o pensiones de jubilación dignas aseguradas.
  • O autonomías o garantizar la atención a la dependencia.
  • O autonomías o educación equitativa para todo español.
  • O autonomías o sanidad eficiente para todos y en igualdad de condiciones.
  • O autonomías o dispersión policial y de seguridad.
  • O autonomías o desarrollo armónico, con ellas imposible.
  • O autonomías o mercado interno eficiente y más económico.

Mal que le pese al Sr. Sánchez, el “estado de bienestar” es incompatible con las autonomías (a menos que se trate de su personal estado de bienestar, único claro y manifiesto a día de hoy). El Estado de las autonomías es el compendio del malestar de los españoles por las crecientes diferencias y la decreciente cooperación interna.

La multiplicación por 17 de todos los gastos de gestión, legislaciones, cargos, asesores, enchufados, nepotismos, edificios oficiales, papeleo, duplicidades, triplicidades, etc. etc. fragmentan recursos dividiendo por 17 la eficacia y privando de recursos necesarios para eliminar pobreza, fomentar empleo, mejorar sanidad, subvencionar educación, garantizar pensiones, dignificar salarios y eliminar 17 agujeros sin fondo.

Simplificando: Simplificar el país España para lograr un alto grado de eficiencia, economía, equilibrio, cultura y desarrollo social, más educación y mejor sanidad, mucha más honradez, moral y ética, más equitativo e igualitario, ¡que no es poco! Por descontado es mucho más y mejor que lo que ahora lamentamos, tememos y también detestamos.

                                                                                   Drociano