Girasoles ciegos

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Noticias de León / Ahora León / Opinión / Imagen: S. Arén

Somos tan previsibles que la muerte se aburre de esperarnos siempre en el mismo sitio. Tan constantes que el tiempo pasa desapercibido hasta el momento en el que ya es demasiado tarde.

Nos acostumbramos a la vida como los girasoles al movimiento del sol. Animales de costumbres y rutinas de las que somos reacios a despedirnos con facilidad, debido a la seguridad que nos otorgan nuestras​ simples acciones diarias. Suena el despertador, son las 07:30 de la mañana. Algunos días incluso te despiertas a las 07:29. Te levantas y vas al baño a despedirte del último vaso de agua de la noche anterior. Te preparas el desayuno, café con 5 galletas María y una tostada con mermelada a la que alguna vez le echaste mantequilla. Te aseas y recoges. Miras el reloj y siempre son las 08:10. Te vistes y 10 minutos más tarde estás saliendo de casa en dirección a un trabajo donde un día aprendiste lo que haces hoy sistemáticamente sin pensar. Pasan las horas y vuelves a casa. Si tienes suerte, descansas un rato y sales a dar una vuelta con otro “girasol” como tú, justo antes de hacer un plato rápido de cena y meterte en la cama después de ver la típica serie que ese día ofrece la televisión, para comenzar otra jornada que terminará igual que la de mañana.

Consumimos los días al igual que las personas, y repetimos las mismas experiencias hasta que nos aburrimos de bailar el día a día de la misma manera. Nos juntamos por pandillas, nos vestimos igual, seguimos las tendencias y hacemos las mismas cosas aunque funcionemos con diferentes piezas.

Lo difícil es darse cuenta de haber caído en esta espiral que te acerca al sol. Llora, equivocate, experimenta, hazte daño, pero muévete. Disfruta de cualquier experiencia que se te ponga por delante y nunca te arrepientas de lo que has hecho porque siempre habrás aprendido algo. Vive con luz propia, no seas un girasol más.