Los españoles dan a otros países, pero no sucede lo mismo a la inversa

Los españoles donamos a otros países, pero las Fundaciones españolas apenas tienen aún donantes extranjeros.

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Ahora León / Empresa y Sociedad

La campaña de Navidad del Banco de Alimentos va arraigando y adquiriendo nuevas dimensiones, como hemos visto este fin de semana. En parte porque se concreta en apoyar casos cercanos de pobreza familiar, desempleo y personas mayores que viven solas.

¿Saben que también existe una actividad creciente de donaciones de españoles a fundaciones de otros países? Algunas de las entidades beneficiarias con las que Empresa&Sociedad ha colaborado en los últimos meses han sido:

Igual que España es líder en la respuesta ante catástrofes naturales en cualquier parte del mundo o en la donación de órganos, empieza a crecer nuestra “filantropía sin fronteras”. Aunque es mayor en el sentido anterior de la “balanza comercial” que en el de las donaciones que reciben de otros países las fundaciones españolas más activas.

Quizá todo esto es tan poco conocido porque se hace con discreción y de manera independiente de si existen, o no, beneficios fiscales. Porque la legislación fiscal de la mayor parte de los países no contempla un tratamiento favorable para la filantropía más que cuando es local. O sea, hay más libertad en el movimiento internacional de personas y capitales que en el de donaciones filantrópicas, incluso en la Europa de la libertad de movimientos.

Nadie hace una donación a una ONG movido por la fiscalidad, por buena que sea. Pero ayuda. E incluso puede generar una donación mayor el hecho de conocer que existen fórmulas sencillas para aplicar la fiscalidad local a donaciones internacionales, que tienen el visto bueno vinculante de las correspondientes Agencias Tributarias.

La fórmula más conocida en el mundo especializado es la que propone Transnational Giving Europe (TGE), una red colaborativa de fundaciones de referencia de distintos países con un sistema propio de análisis de entidades no lucrativas y de certificaciones transfronterizas.

TGE canalizó 6,3 millones de euros de donaciones para 334 entidades, procedentes de 366 empresas y de 4.718 ciudadanos en 2016. Los beneficiarios fueron proyectos educativos (41% del total de sus donaciones), de asistencia social (29%), cultura (14%) y salud (11%). El número que más crece es el de ciudadanos, quizá porque vamos tomando conciencia de que tenemos que asumir el protagonismo también para financiar proyectos transformadores de la sociedad. Especialmente los que implican cambios en el sistema de siempre, que necesitan fórmulas de autofinanciación. Fórmulas que todavía no contemplan las instituciones porque suponen un cambio importante frente al proteccionismo tradicional y al poder que les concede la intermediación pública. Pero sí las nuevas formas de participación ciudadana e innovación abierta. Por eso somos optimistas. Y puestos a soñar, también apostamos por un protagonismo creciente de los proyectos más innovadores: intuimos que crecerá el número de filántropos de la innovación, sea en el campo que sea.

Ojalá en España hubiera también actividad generada porque nuestras fundaciones “exportan” sus servicios y cuentan con donantes de otros países. Se me ocurren algunas entidades que lo podrían hacer muy bien sin más que dar a conocer este tipo de procedimientos a los extranjeros con los que tiene relación cuando su actividad trasciende fronteras. Por ejemplo, algunas de las líderes en atención médica (hospitales de referencia), educación (escuelas de negocios), servicios sociales (mundo de la discapacidad o de los mayores), arte o cultura (grandes museos o fundaciones de grandes artistas españoles) e incluso deporte (fundaciones de nuestros grandes deportistas). Nos consta que ya “exportan” algunos pioneros como CESAL (cooperación internacional), Fundación PROA (Proactiva Open Arms) (refugiados) y la Fundación Rafa Nadal(educación a través del deporte), Master también aquí. Hasta que el resto se anime a subirse al carro internacional, porque a los españoles nos atraen genéticamente las ideas que viene de otros países, sobre todo del mundo anglosajón. Ya pasó con el Pacto Mundial de Naciones Unidas y con los índices bursátiles de sostenibilidad. Y, recientemente, con el blackfriday. Salvando las distancias.