A ti que me llamas facha

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Noemí Carro Sánchez

Hoy me han llamado facha. Podrían haberme llamado alta, pero me han llamado facha. Alta habría sonado igual de hiriente en sus esputos. Hoy me ha llamado facha una sola persona de unos veinte que preguntaban educadamente por qué no ejercía el derecho a huelga e informaban cortésmente de una próxima manifestación. Una sola persona, mientras cerraba la puerta tras de sí y se ocultaba, de espaldas. A ti, esa sola persona, a ti que me llamas facha, te escribo esto.

Para empezar, ¿quién eres tú para insultarme? ¿Eres alguien por encima de mí para tratarme con desprecio? ¿Eres alguien profundamente descontento con el sistema y con la apatía aparente de esta sociedad de la que formamos parte tanto tú como yo? Ah, no, ya me voy dando cuenta. Eres quien pelea contra el dogmatismo con la espada de un dogmático y empuñadura demagoga. Lucha eficaz y fructífera donde las haya, en pos del progreso, que nadie crea lo contrario, ¿no es cierto?

¿En qué eres tú diferente entonces de los de arriba? Sé que los partidos en el Gobierno en el tiempo correspondiente asumen que la oposición de cualquier tipo necesariamente está equivocada y no son válidas. ¿Eres tú diferente? ¿En qué eres tú diferente? Sé de muchos que recordaron sus profundas convicciones cuando las orejas del lobo comenzaron a asomar, pero es que el lobo llevaba en la cueva varios días y se había comido medio rebaño. Sé de muchos que dijeron: claro, es que ahora la siguiente oveja soy yo.

Si no contestas, te lo concedo. Ya no te pido que me expliques en qué eres diferente. Solo explícame por qué, ya que irrumpes en mi clase para convencerme de algo, eres tú mejor que los de arriba. Clase, ya sabes, ese sitio en el que tengo derecho a estar y que se me permita realizar las actividades para ella destinada. Explícame que eres un colectivo organizado y con un plan de alternativas viable, con una ideología concreta y determinada, y entonces me plantearé si acaso la duda y puede que incluso solo te recuerde tres mil veces que para convencerte empezaste faltándome al respeto.

De la mano del no y del anti- se destruye lo existente; de la mano del pro se deroga o crea o perfecciona. Tú, que me llamas fascista por ejercer un derecho, solo traes el anti- y el no bien escrito en tu pancarta, y en la pegatina que portas orgullosa en tu chaqueta, firmada en color rojo con un emblema de este o aquel sindicato inconfundible. Cuánto costó que se reconociera el derecho a la huelga como protesta legítima, podrías replicarme.

Yo podría contestarte que también costó mucho dolor que la mujer recibiera una educación. Tú con tus palabras invades y violas mi libertad y mi dignidad como mujer que recibe educación. Y como ser humano que tiene derecho a elegir y ser respetado en su elección. Tú no eres diferente de los de arriba, que prometen buenas palabras y un objetivo noble que olvidan intencionadamente dos escalones más arriba. Tú no eres diferente de los de arriba que quizá alguna vez tuvieron una verdadera vocación de cambio.

Pero sí eres distinta. Te identificas con mi nombre, y sin embargo tu actitud no me representa. Todos somos estudiantes, todos sufrimos subidas de tasas y reducciones presupuestarias. Pero bajo tu pancarta no te cabe imaginar que quizá dentro de ese colectivo algunos sí que estén de acuerdo en que estas restricciones se apliquen. Al menos solo una medida, al menos solo en aquella que se refiere a la nota necesaria para seguir manteniendo una beca. Un cinco requiere soberano esfuerzo, ¿verdad? Discrepo en la mayoría de carreras para el ciudadano medio. A ti que me insultas te lo explico de otra manera: ¡vaya escándalo que para mantener una beca te exijan por encima del aprobado justo, con lo bien que se está en la Universidad sacando cincos y alimentando la propia mediocridad, cultivando y revirtiendo sobre una sociedad ignorante con esmero y con el dinero de otros! ¡Vaya escándalo!

No, lo siento, pero una beca debe garantizar en primera instancia el acceso a la educación y posteriormente premiar el esfuerzo y el desarrollo, en un sistema en que tener una carrera no sea sinónimo de superioridad, en un sistema en que otras vías de formación se equiparen a la universitaria en tanto a dignidad y prestigio. Pero esto no puede pensarse en un país que de la nada quiso tenerlo todo. Que olvidó sus orígenes y el valor de la constancia y el esfuerzo. Un país que forma muchos más de los universitarios que puede incorporar a su sistema laboral. El país cuya población exige además enfurecida que la responsabilidad de esta situación no es suya.

Por supuesto no digo (a ti te hablo, que insultas y que estarás subiéndote por las paredes con semejante blasfemia), todo lo contrario a lo que expongo. Simplemente digo que también es culpa de todos, pero no solo. Digo que la solución está en el desarrollo y el esfuerzo con la meta clara de conseguir mejorar. Pero tú que no eres distinto de lo que ahora hay arriba, ¿cómo piensas alcanzar lo mejor? Tú, ¿qué harás cuando el sistema que odias caiga si consigues derrotarlo? Espero que tú que insultas no instaures otro, y volvería a rezar por ello si creyera que sirviera.

Respondo al chico que nos preguntó amablemente por qué no ejercíamos el derecho a la huelga. Yo, personalmente, no lo ejerzo porque mi meta es apretar los dientes para conocer y comprender a lo largo de mi formación esta realidad y poder así cambiarla. Yo personalmente no lo ejerzo porque sé que el sistema busca mi ignorancia, y porque dado que esto es así si no puedo permitirme seguir estudiando aquí cogeré una maleta y me iré andando si hace falta fuera de aquí, aunque tarde diez años más. Yo me iré a buscarme la vida estudiando por las noches y doblando el espinazo por el día si el sistema quiere que sea una ignorante. Porque solo así podré volver y cambiarlo.

Y a ti, tú que insultas, te contesto por qué no te cojo de la mano y me manifiesto a tu lado en el centro. A ti te digo que si tú, que me llamas facha, hablas en mi nombre, ten claro que a mí tú, que me llamas facha, no me representas.