Azadinos homenajea a un centenario muy querido

Manuel Martinez Llanos recibe el cariño de sus vecinos y del Ayuntamiento de Sariegos el día que cumplía 100 años

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Hace un siglo nada es como hoy. Ni siquiera se parecía. Todo era más complicado… o más sencillo. De ello puede dar fe Manuel Martínez Llanos, un leonés de Azadinos que nació el 27 de octubre de 1921 y que, por tanto, ayer cumplió 100 años.

Y los cumple oficialmente porque a Manuel siempre le dijeron que había nacido el 21 de octubre, aunque en el Registro no lo inscribieron hasta el 27, así que ése pasó a ser su día de nacimiento. Seis días que pueden ser mucho tiempo, pero que en un siglo son apenas un suspiro.

Un siglo pegado a Azadinos, donde todos lo conocen y definen como una persona buena y un gran vecino. Sabedores de ese sentir popular, el Ayuntamiento de Sariegos ha querido que el día de su centenario fuera especial. El alcalde de Sariegos, Roberto Aller Llanos, y los concejales del equipo de gobierno, se acercaron a su casa para felicitar a Manuel Martínez Llanos y entregarle unas flores, una copia del Diario de León del día que nació, una tradicional cuelga leonesa y un escudo municipal de barro en el que podía leerse: ‘El Ayuntamiento de Sariegos homenajea a nuestro centenario D. Manuel Martínez Llanos, reconociendo una vida de buena vecindad y llena de sacrificio y entrega’.

A pocos se les ha escapado en Azadinos la fecha del cumpleaños de Manuel. No podía ser de otra manera con un vecino que puede presumir de ser de Azadinos desde que nació en el seno de una familia humilde. Y es que su madre era natural de Azadinos y aunque su padre –muy conocido por los mayores de Azadinos por su dedicación al campo y las obras- descendía de Antimio, Manuel –el último de los cuatro hijos que tuvo la pareja- siempre ha vivido en Azadinos. Primero en el barrio de Tudela y después en la zona llamada ‘Los Llamargos’.

Cien años dan para mucho y en un día tan señalado su familia recordaba la dura infancia de Manuel, similar a la de la mayoría de los niños de aquella generación. Unos años en los que trabajó como criado, cuidando ovejas, cuando apenas levantaba unos palmos del suelo; o vendiendo uvas con una señora que se llamaba Eloina, subiendo la fruta en la burra hasta la feria de la Virgen del Camino y complementando esa ocupación con las labores de agricultura y ganadería que permitían la subsistencia a las familias en los años previos y posteriores a la Guerra Civil.

Apenas tuvo oportunidad de acudir a la escuela, aunque su inquietud por aprender le llevó a pedir a un compañero de mili de Sena de Luna que le enseñara a leer y escribir. A la vuelta de aquellos tres años y medio de servicio militar en Madrid y Vitoria comenzó a trabajar como peón en las obras y lo compaginaba con horas sacando remolacha en la zona. Sus últimos años laborales, lo llevaron a trabajar 15 años en la Azucarera y otros 15 años en una finca situada en una finca situada en Azadinos llamada ‘La Granja de Rojo Cortés’ donde atendía a los animales y la plantación de lúpulo que en ella había.

El amor tampoco le alejó de sus raíces porque a los 26 años se casó con Estefanía, también natural de Azadinos, y fruto de aquella unión nació Marisa Martínez, quien lo mima desde que enviudó hace casi medio siglo, y que le sigue cuidando en el domicilio familiar con mucho cariño, procurando que nunca le falte de nada, especialmente cuando el paso de los años le llevaron a necesitar más ayuda, aunque siempre destacó por su labor en la huerta, casi una pasión que ha sabido transmitir a sus nietos. Era su hobby después de jubilarse junto a la partida que jugaba cada tarde con sus vecinos en el bar del pueblo.

Miles de recuerdos que se agolpaban en un día tan especial en el recuerdo de sus familiares y sus amigos. Cien años a los que llega con una buena salud, a pesar de haber sido durante muchos años fumador de cigarros Celtas, y con el amor de su familia que se refleja cada vez que preguntan a su hija cómo es su padre: “Un hombre de espíritu alegre y consciente de la edad que tiene. Ha sido muy bueno y cariñoso con su yerno, buen marido, buen abuelo y bisabuelo y un extraordinario padre”. O a sus nietos, que solo tiene palabras de cariño para su abuelo, con quien han convivido hasta que se casaron y abandonaron el domicilio familiar, y del que destacan que “siempre ha sido un hombre muy cariñoso al que le encantan los niños y jugar con ellos. Incluso hoy, cuando ve un crío se pone loco de contento y tenemos la alegría de que haya podido disfrutar de sus tres biznietos, que le han dado muchas alegrías”.

Y lo que todos se planteaban en su 100 cumpleaños es cuál sería su secreto para cumplir cien años con ese buen aspecto. Quizás sea por el chocolate de hacer que roía para desayunar; o por las nueces que nunca faltaban en su dieta diaria; o por la bicicleta en la que ha recorrido muchos miles de kilómetros porque lo que no tuvo nunca fue carnet de conducir y su bicicleta era su medio de transporte. Sea cual sea su secreto, lo único en lo que todos coinciden es que Manuel Martínez Llanos es un ejemplo a imitar.