Berenice presenta en León «Mi vida con Alberti»

María Asunción Mateo levanta la voz: “Creo que ha llegado el momento de quitarles las máscaras a estos pinochos de pacotilla”

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Berenice ha publicado, con gran repercusión mediática, Mi vida con Alberti. Para algo llegaste, Altair, de María Asunción Mateo, un libro de memorias esperado, escrito más de veinte años después de la muerte del poeta gaditano y en el que, además de repasar lo que fue su vida juntos, su primer encuentro, sus citas en el piso destartalado del escritor en Madrid, ella siempre un paso por detrás del marinero en tierra, ajusta cuentas con quienes, escribe, orquestaron una campaña contra ella tras la muerte del autor en 1999.

Una campaña “que me fustigaba, que se saltaba todos los derechos que deben proteger a una ciudadana, que ponía en duda desde mi cordura, mi honor, mi valía intelectual, el amor hacia mi marido, sus sentimientos de él hacia mí y —lo más grave e indecente— su salud mental desde el momento en que se casó conmigo…” y de cuya boda se publican por primera vez las fotografías, celosamente guardadas por Mateo durante años, extraviadas en un aeropuerto y devueltas a su dueña. El destino, seguro.

María Asunción Mateo visitará el próximo  9 de noviembre  León (19:00 horas, Biblioteca pública de León)

“Se le atribuye a Kennedy la frase: «Podéis olvidar sus caras, pero nunca olvidéis sus apellidos». Yo tampoco olvido. Ni perdono. Aunque tantas veces me haya negado a citarlos para no ensuciar el idioma” dice la viuda de Alberti, que se refiere con nombre y dos apellidos al círculo de viudos que treparon al lado de Rafael: el hombre que subía y bajaba las ventanas, el profesor y poeta, el primo de este o el secretario del escritor.

¿Por qué ahora? Una carpeta caída desde lo alto de una estantería es la respuesta a la pregunta, el motivo de que estas memorias vean la luz (“… cuando ya un poco tarde estoy cumpliendo tu deseo de que evocara lo vivido a tu lado…). Porque “para algo llegaste, Altair”. “Creo que ha llegado el momento —quizás tardío— de quitarles las máscaras a estos pinochos de pacotilla y que enseñen sus verdaderas caras, que tantos ya conocen desde siempre, pero callan. Algunos de esos eméritos viudos destronados que han tenido la suerte de conocer a una persona con la bondad, generosidad y creatividad de Rafael Alberti solo han sabido aprovechar las migajas arañadas a su legendario nombre”.

Tardes con Dámaso Alonso y Eulalia Galvarriato, los versos de Don Antonio y de Juan Ramón Jiménez, la presencia de Maruja Mallo, con quien tanto quiso, el amor a María Teresa León, su regreso del exilio a España “con la mano tendida”, los telegramas de Marcos Ana y su amistad sin fisuras, el encuentro de María Asunción con Tàpies y Teresa, La voz de Paco Ibáñez, el cariño de Antonio Gala, la “viudedad” de García Lorca, Ora Marítima, el remanso de vida, Marta y David, los hijos de María Asunción, los nietos que hablan de Rafael como si viviera, las tarjetas que el poeta enviaba a su esposa, aunque apenas mediara entre ambos la distancia de una habitación…, y una pléyade de entrañables anécdotas que ayudan a moldear la imagen del hombre, de Rafael, vitalista y rebelde, galante, honesto, comprometido. El hombre con las manos y los pinceles cargados de palomas.