El mundo de la moda lucha por ser «más sostenible»

Los datos son demoledores. Arjen Hoekstra, creador del concepto de huella hídrica, estimó en 2002 que para fabricar una camiseta de algodón de 250 gue eran necesarios 2.900 litros de agua o, para unos pantalones vaqueros de 1 kg, 11.800 litros.

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El 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente; el 8 de junio, de los Océanos. Lejos de que estas dos efemérides pasen desapercibidas o solo ocupen un hueco en las noticias un día de junio, estos dos días se están convirtiendo desde hace años en dos citas obligatorias, cuya celebración se reivindica como indispensable a la hora de buscar alternativas a una de las industrias más contaminantes en la actualidad: la moda.

Los datos son demoledores. Arjen Hoekstra, creador del concepto de huella hídrica, estimó en 2002 que para fabricar una camiseta de algodón de 250 gue eran necesarios 2.900 litros de agua o, para unos pantalones vaqueros de 1 kg, 11.800 litros. En 2016, una conocida marca de ropa quemó un total de 12 toneladas de ropa, sin estrenar, a pesar de sus campañas de reciclado. Cada año, un gigante como Estados Unidos se deshace de 15 millones de toneladas de ropa (y la cifra va en aumento), ropa que termina en el fondo del mar convertida en microplásticos. Dichos microplásticos contienen hasta 81 contaminantes y, debido a su reducido tamaño, son ingeridos por los peces en los mares y océanos, y a su vez por nosotros al ingerir dichos alimentos.

En medio de ese maremágnum de cifras desalentadoras y datos casi apocalípticos, surge una tendencia, la slow fashion o moda sostenible. Acuñado en 2007 por la profesora Kate Flecher, su filosofía se basa en “una filosofía de consumo responsable en la ropa que nos compramos, que se centra en fabricar prendas de mucha calidad y larga duración, con materiales respetuosos con el medio ambiente y cuidando los derechos de los trabajadores en toda su cadena de producción”. Eso afirma Adrián Rubio, creador del proyecto I’m Ethical,y recientemente ganador del III Premio de Emprendimiento Social convocado por Fuldefe y Monteleón, cuya filosofía se basa en el mantra #everythingcounts (todo cuenta) y en el que únicamente se vende ropa sostenible y confeccionada bajo parámetros del comercio justo.

Son varios los movimientos e iniciativas que luchan por construir una industria de la moda más respetable y sostenible. Por ejemplo, encontramos el movimiento #whomademyclothes o #quienhacemiropa. Se celebra cada 24 de abril, fecha en la que 1.138 personas murieron en una fábrica de ropa en las afueras de Bangladesh. Otra iniciativa es la de los ODS, los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se trata del establecimiento de una serie de propósitos que persiguen la protección del planeta, a través de la cual se ha formado una agenda de desarrollo para trabajar una serie de conceptos.

De una manera más tangible, existen varias marcas de ropa que persiguen a confección de ropa desde un punto de vista sostenible. En la fabricación de sus prendas se unen varios conceptos. Por un lado, el reciclaje: tejidos como el econyl, producido a partir de basura, redes de pesca y otra serie de residuos de la industria textil, demuestran ser una alternativa perfecta para conseguir un nylon de altísima calidad, preparado para su uso en la confección. Por otro, la producción sostenible. Ese ese el caso del tencel, material obtenido de entornos completamente eficientes, en los que el 99% del agua se recicla, y que cuenta con sellos que certifican la sostenibilidad y renovación de sus plantaciones. Además, es una tela orgánica y biodegradable.

Consumo sostenible y responsable para reivindicar en el Día Mundial del Medio Ambiente y el día Mundial de los Océanos ya que, como afirma Adrián Rubio, “está en nuestras manos disponer de ropa realizada con los mayores estándares de calidad, que se va a mantener perfecta a lo largo de los años y con la seguridad que ha sido confeccionada por trabajadores y trabajadoras que han recibido un salario digno”.