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Debemos definir claramente si hablamos del género del progreso o bien del progreso del género.
Queda claro: El progénero genegresa y geneprogre el gresonero.
Dado que hoy el progreso político se fundamenta en el género, debe instaurarse con totales garantías desde las mismas bases de la sociedad, para ello:
La educación tendrá por objeto hacer que los niños bailen de cabeza para ver qué tienen entre sus piernas y, de ese modo, se enterarán de que les han engañado desde que nacieron.
La Constitución española, en su artículo 27.3 está pifiada; cuando “los padres” la escribieron, venían de creer a Franco y por ello escribieron “la franquicia” del derecho de los padres.
Ahora que la transplanetaria revelación nos ha traído la gran luz que ilumina a esta nueva humanidad con humanismo de género, y con ello conocemos ¡¡por fin!! la verdad del género, deben ser los iluminados colectivos quienes dictaminen e ilustren a las nuevas generaciones, desde la mismísima cuna: cómo tienen que bailar de cabeza para reconocer su género a la vista de su sexo, y así inventarse ellos mismos como seres que no sean un constructo social amañado por médicos, padres, educadores y demás garrulos desnortados. Todos lo son menos nosotros los iluminados por el género y el Presidente que nos protege.
Solamente los colectivos más letrados –que para eso tienen muchas letras y mayúsculas – poseen la difusa sabiduría que puede conducir a bebés, niños, púberes, adolescentes e incluso jóvenes, por el auténtico reconocimiento de su naturaleza íntima; sin disforia ni otras forias, fobias, falias ni falos.
Así pues, ilustrados de cabeza, sin identidad ni otras maldades similares, las nuevas generaciones serán zombis infelices para todos los tiempos venideros.
(Cantado): “El progreso ya está aquí, ha venido con el siglo y ya nunca marchará…
¡¡Ay!! Ya está aquí, hacedle reverencia, él premiará a quien le honre más”.
