Los ancianos siderales, la nueva novela de Luis Mateo Díez

Omero se acercó al pájaro y, antes de que Cardo y Candín, llegaran a su espalda, lo cogió y lo guardó en el bolsillo del pantalón, convencido de que ellos no lo habían advertido»....

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El Cavernal, donde se desarrolla esta novela, puede parecer un establecimiento de acogida lleno de ancianos de muy variada especie y regido por las hermanas Clementinas. También podría pensarse que se trata de un aerolito desprendido de algún más allá estratosférico donde ni la edad ni el tiempo tienen nada que ver con quienes lo habitan. O, en último extremo, de una nave espacial a punto de partir con los ancianos más avispados y quiméricos, que han sido abducidos. El cualquier caso, lo que sucede en el Cavernal no hay quien lo remedie y todo se envuelve en una suerte de disparatada aventura previsiblemente peligrosa.

La novela que nos lleva a ese establecimiento puede resultar muy divertida y, al tiempo, misteriosa y desconcertante. La imaginería entre expresionista y surrealista con que está escrita y tramada tiene el aire hipnótico de unos sucesos y personajes difíciles de olvidar, aunque haya que asumir el riesgo de quedar como lectores confinados de forma irremisible en el Cavernal, una experiencia tan perturbadora como hilarante.

«En la media mañana de aquel 13 de abril cayó un pájaro al pie del pozo artesiano del patio de la Convalecencia y, de los tres internos que merodeaban con la inquietud de un mal que no acababa de curarse, fue Omero el que primero se percató y, antes de decidirse a recogerlo, observó a los otros dos para comprobar que no se habían dado cuenta.

Cardo y Candín eran de todos los internos del Cavernal los que más males padecían y los que con mayor inquietud los cultivaban, hasta el punto de haber encontrado el mejor entretenimiento en la contabilidad de los mismos y un acicate para que la zozobra no disminuyera.
Entre los enfermos el mal solía asumirse con la confianza que proporciona un padecimiento asimilado en la rutina, y nadie se vanagloriaba ni se lamentaba de lo que suponía, con la excepción de Candín y Cardo, empecinados en el cultivo de la dolencia para que la tranquilidad no los anonadara.

Omero se acercó al pájaro y, antes de que Cardo y Candín, llegaran a su espalda, lo cogió y lo guardó en el bolsillo del pantalón, convencido de que ellos no lo habían advertido».

Si quieres continuar leyendo el arranque de la novela, puedes hacerlo en este enlace.

La prensa ha dicho de Luis Mateo Díez

«Mateo es “una persona vitalista y humorística”; cuando se cierra el micrófono y ya habla como le da la gana, su conversación se llena de sucedidos aún más insólitos, reales pero increíbles, que ocurren en los cenáculos más solemnes. Es un narrador oral que se diferencia del novelista en que cuando cuenta de lo que verdaderamente pasa no recurre a los nombres imposibles de sus personajes, sino que se fija en nombres propios que todos conocemos. Y cuando cuenta, estallan en él la alegría y la amistad. Y ríe como si estuviera contando una película de los hermanos Marx. Desternillante. El mejor compañero para un viaje en tren de larga distancia, a León, por ejemplo».

Juan Cruz, El País

«La obra de Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) constituye, desde hace años, un conjunto narrativo denso, trabado y coherente, donde temas, personajes y situaciones gravitan alrededor de una idea del lenguaje literario que pretende superar al realismo clásico de formación, los planteamientos descriptivos del cotidianismo y el simple reflejo de un entorno reconocible. Con esta lograda pretensión se han ido sucediendo novelas y cuentos bajo una clara trayectoria que va desde la escenificación de la provincia mágica al predominio del conflicto ético, de la marcada ambientación rural a espacios indeterminados, fluctuantes en la percepción cambiante de los propios personajes; y -continuando con los signos evolutivos- se deja atrás una obsesiva configuración minuciosa de los valores estilísticos para cobrar protagonismo la fuerza de unos  conflictos problemáticos o secundarios, pero siempre interesantes en su intrigante planteamiento. Al margen de cualquier vanguardismo pretendidamente renovador, esta obra experimenta con su propia factura clásica inicial, avanzando hacia una moderna consideración moral de las tramas narrativas, tomando a la vez la deriva de un lenguaje más abierto, realmente coloquial, sólidamente dramatizado».

Jesús Ferrer Solá, Turia

«Si se rastrea en el estilo de este miembro de la Real Academia Española desde 2001, sobresale la oralidad del lenguaje. “Hay en mis libros unas estructuras sintácticas un tanto complejas, que pueden provocar sugerencias líricas, y un tono entre lo coloquial y lo literario”. […] Confiesa que en cuanto acaba un libro ha pensado el siguiente, de las historias de uno nacen las de otro. Así que, para ser fiel a su costumbre, ya tiene el título del próximo, Los ancianos siderales, que da la pista para saber que esta vez no tratará de jóvenes alborotados».

Manuel Morales, El País

Luis Mateo Díez (Villablino, León 1942) es uno de los más destacados narradores del panorama de las letras contemporáneas. En su fecunda producción cabe citar novelas como La fuente de la edad (1986) –con la que obtuvo el premio de la Crítica y el premio Nacional de Narrativa–, El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), Fantasmas del invierno (2004), La soledad de los perdidos (2014) y Vicisitudes (2017). Con La ruina del cielo fue distinguido de nuevo en el año 2000 con el premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa. El reino de Celama (2003) reúne sus tres novelas ambientadas en ese territorio imaginario, y en El árbol de los cuentos (2006) la aportación a un género narrativo que cultiva con asiduidad. El volumen Fábulas del sentimiento (2013) recoge las doce novelas cortas de ese ciclo narrativo. Es miembro de la Real Academia Española, premio Castilla y León de las Letras y premio de Literatura de la Comunidad de Madrid. También ha obtenido los premios Ignacio Aldecoa de cuentos, Café Gijón de novela corta, Miguel Delibes, Observatorio D’Achtall de Literatura y Rivas Cherif por la adaptación teatral de Celama. En este mismo sello ha publicado La piedra en el corazón (2006), El animal piadoso (2009), La cabeza en llamas (2012), que fue distinguida con el premio Francisco Umbral al libro del año, Los desayunos del Café Borenes (2015) y El hijo de las cosas (2018). Su obra se ha traducido a otras lenguas y ha sido llevada al cine y al teatro.