Los más pobres son otros

Ignoran que las leyes son para las personas y no las personas para las leyes. No saben que la libertad es muy superior a la ideología y ésta reduce a la persona.

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Ahora León / Opinión / Drociano

A muchas personas nos impresiona la pobreza que se ve, que siempre ha vagado por este mundo, es mucha y seguirá. Es una auténtica desgracia social, evitable pero no evitada.

Mucho más evitable es erradicar la enorme pobreza que contemplamos hoy en nuestra España…No, no, no! No la pobreza de siempre, que es mucha y seguirá;  NO!

La que me rompe las neuronas es la pobreza mental, cultural, intelectual, verbal y moral que nos rodea: políticos, colectivos, grupos, partidos, sindicatos, lobbies y hasta universidades en la más absoluta miseria!!

Me deja inerme esa miseria moral, ética, social y humana de muchos “voceros” oficiales, parlamentarios nacionales y regionales, gobierno, gobernillos y sus adláteres.

Más aún, la mendicidad y penuria de muchos informadores profesionales en prensa, televisiones, digitales, radio, etc. ¿Y las tertulias? Pocas pasan de “clase baja o rastrera”, algunas llegan a “clase media”.

Y, ¿qué decir de la jauría menesterosa en el espacio Twitter? En gran mayoría son pelados de todo haber mental, semejan el Patio de Monipodio. En esa red se acumula la mayor miseria intelectual, lo más rastrero moral y lo más indigente cultural. Pero hay también otros que les siguen el juego y algunos que intentan ilustrarles; tarea imposible. Insolventes en educación y cultura se nutren del basurero social y escarban en  detritus humanos.

La mayoría de los que llamamos pobres porque carecen de recursos materiales, son auténticos próceres en dignidad, nobleza y humanidad comparados con todos los aquí mencionados.

Abundan los grupos y colectivos de miseria,  mentes mono-rail de pensamiento único, muy abundantes entre  los del género, hembristas, lobbies aledaños, políticos de ciertos partidos, fanáticos y demás cerebros limitados donde solo cabe una idea, tan obesa que les tiene abotagados. Son muy peligrosos ya que  huelen dónde se quieren exponer otras ideas, criterios o riqueza de pensamiento y acuden raudos –comandados al estilo horda primitiva – con  porras y garrotes a defender su monoidea porque temen que  sus mentes sean desbordadas o captadas por ciencia, verdad o humanismo. Su defensa es a grito pelado y a insulto podrido; si se tercia, también con uñas y piedras que son sus argumentos irrefutables.

Penuria moral, social, democrática y humana de los grupos y colectivos que , en nombre de una absurda ideología de género reclaman y exigen privilegios, subvenciones, trato preferente y hasta poder omnímodo para imponer su gesto, de forma injusta y abusiva, a todo ser viviente empezando por los niños porque son los más débiles; a esto lo llamo crimen y me quedo corto.

Cuando por ignorancia o desprecio a la ciencia se niega ésta y se prescinde de la verdad obvia, tenemos empobrecimiento rampante. Universidades que silencian a técnicos, científicos y profesionales  porque no son de su cuerda, porque defienden otras ideas, opinan diferente y no son lacayos del “pensamiento único” y de la ideología de género ¡¡Pobres universidades!! ¿Universidades con pensamiento único, ideología excluyente,…que prohíben el intercambio y silencian a quien piensa distinto? El colmo de la contradicción.

Pues eso se da en la España “intelectual”, pregunten si no al profesor P. Iglesias animador de escraches a ponentes. Pregunten a rectores y vices prohibiendo conferencias o permitiendo que se bloqueen. ¡¡Pobres universidades!! Son realmente  universidades pobres, llenas de miseria, indigentes en saber y en dignidad. Templos de mendicidad y no de ciencia.¡¡Cuánta pobreza acumulamos en España!!

Una muestra muy significativa de la ignorancia detestable que acumulan ciertos cabecillas (eso, pequeñas cabezas), es que hacen, funcionan y  lanzan a sus huestes, exactamente como hacían los fascistas fundados en 1919, hace justamente un siglo, aquellos camisas negras que, cual hordas redivivas, arrasaban  toda oposición. Así impusieron el fascismo violento, sin permitir otro pensar, otro hacer, otros partidos ni nada que ellos no manejasen por la fuerza.

¿No se parece mucho a lo que algunos hacen en nuestra España hoy? Embozados, encapuchados, mucha vestimenta negra y, sobre todo ¡a la orden! Para negar al pueblo la libre expresión y el voto que ellos no toleran. Y por ello vocean su fascismo  contra los libres para disimular su violencia  verbal y de la piedra, su ignorancia, su borreguismo y el fanatismo de sus amos.

“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”, lo decía George Orwell.

La verdad, incluso encadenada, es terrible porque es riqueza insoportable para las mentes jíbaras. Vivimos tan rodeados de falacia mentirosa y engañosa que si alguien dice una verdad tiene el efecto de  explosión demoledora. En la política que nos asfixia y nos aturde, una verdad dicha con honrosa libertad hace tambalearse el tinglado y sonrojarse al régimen partitocrático chapucero que nos gobierna.

Liberar a España de las hordas fanatizadas por algunos políticos que son reducidos mentales, nos devolvería la riqueza  cultural, social y humana que siempre caracterizó a nuestro pueblo y hoy tiene que ocultarse.

Esta es la regeneración que España necesita, antes y mucho más urgente que la otra proclamada por algún partido. No se dan cuenta que la verdad es antes que el engaño y los ciudadanos antes que la democracia. No se enteran de que la violencia es anterior a la justicia y la ignorancia antes que el saber. Ignoran que las leyes son para las personas y no las personas para las leyes. No saben que la libertad es muy superior a la ideología y ésta reduce a la persona.

Toda esa ignorancia, ese no enterarse, no darse cuenta, no saber es pobreza, es carencia y miseria  social, moral, cultural, política y democrática. Eso, la miseria política en la que nos han sumido los legisladores parlamentarios y los equipos gobernantes. Urge mucho esa regeneración que es, ante todo y sobre todo de democracia: gobernar con el pueblo y para el pueblo, no para el partido, la clientela y la ideología.