Y en polvo te convertirás

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Ahora León / Texto: V.Vélez / Imagen: S.Arén

Tocan a su fin los días más tétricos del calendario, aquellos más cercanos a la muerte. Anualmente, la despedida de octubre y el saludo de noviembre nos recuerdan esa sentencia bíblica de “polvo eres y en polvo te convertirás”.

Las entradas de las ciudades presentan los mayores atascos del año y los pueblos se llenan de aquellos que, al menos una vez de cada 365, no olvidan sus raíces. Señales latentes e inequívocas de que ese “…y en polvo te convertirás” es tan real como la vida misma.

Dos caras de una moneda, vida y muerte pintan, en estos días más que en ningún otro, un nostálgico cuadro en el que los recuerdos de los seres queridos que nos han dejado están a flor de piel. Todos Los Santos y Fieles Difuntos, precedidos por el comercial y americanizador Halloween, son fechas en las que uno no debe faltar en casa.

Días de recuerdo, y habitualmente tristes, también sirven de reencuentro entre los que todavía tenemos los pies en el suelo. Escribía la pluma de García Márquez en Cien años de soledad que “uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”. Por ello, asistimos a reencuentros, los pueblos se llenan, los atascos son grandes y las floristerías hacen su agosto. Por ello, uno no debe de faltar en casa.

Del mismo modo, es fácil de adivinar la razón que se esconde detrás de que las Iglesias y lugares de culto se llenen más que nunca a comienzos de noviembre. Al fin y al cabo, cada cual puede tener o no creencias pero todos tienen sus muertos. De esta manera, el homenaje en los cementerios nos iguala a todos al igual que nuestra condición de mortales.

También son habituales en estos días, las referencias en los medios de comunicación a cuál es la relación con la muerte en otras culturas. En algunos lugares del mundo, el paso a la otra vida cuenta con significados que se alejan de plañideras y vestidos de luto negro.

Frecuentemente, hay que aprender de determinados aspectos de los demás. Quizá no sea lógico convertir cada funeral en una fiesta como ocurre en algunas tribus africanas o hacer del Día de Los Muertos una siniestra cabalgata por las calles como en México, pero sí reflexionar.

El recuerdo post mortem de los nuestros debe tener siempre más de positivo que de negativo. Por supuesto que se les echa de menos y claro que sin ellos no es lo mismo, pero gracias a su legado hoy somos lo que somos. Así, la llegada de noviembre debería servir también para reír con anécdotas de aquel suegro que ya no está, sorprendernos con la valentía de ese pariente que luchó estoicamente contra su enfermedad y volver a saborear en nuestra memoria los platos de la abuela. Momentos y recuerdos como mejor remedio para disipar las tinieblas de estos días y no olvidarnos de que estamos aquí, de que todavía no somos polvo.