La revolución del brindis

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Noticias de León / Ahora León / Texto: V. Vélez / Imagen: S.Arén / Brindis

No es coincidencia que Navidad aparezca a finales de año. Tal vez un período de reencuentro, nostalgia, contrastes y dosis de realismo sea necesario para hacer un adecuado balance de los últimos 365 días.

Si algo está claro es que esta época provoca, como ninguna otra, emociones. La emoción del hogar, con sus ausencias y sus presencias, la emoción de regresar, con la lección aprendida o con ella cada vez menos clara, la emoción de que nada ha cambiado o de que jamás volverá a ser igual.

Navidad puede ser a la vez el rey del postureo o un encuentro sincero con la realidad. De saber qué es lo que importa sin saber lo que vendrá. Uno más en la mesa o el plato que nunca volverá.

Al fin y al cabo, ninguno o casi ninguno llevamos esa vida de anuncio resumida en una cena en la que todo es sentarse y pelar langostinos. El 22 tampoco llegaron los millones y este año la vida nos ha demostrado que todavía conserva aquel crochet de izquierdas que te manda a la lona.

Todos cumplimos más los años con la Navidad que con la fecha del carnet. El espíritu navideño a menudo es inversamente proporcional al número de velas sopladas y, sin saber muy bien cómo, con los años descubres que has crecido lo suficiente para comprender porque los mayores repetían que esta era una época triste. Definitivamente, hay cosas en esta vida que solo se entienden al ver una silla vacía en la mesa.

Y, pese a todo, estos días nos quedan ganas de brindar. Brindar como revolución. Más por salud que con ella, más por uno que por los compañeros. Brindar por la cena de empresa del parado, por una lotería que ya no toca ni en el anuncio, por un villancico como canción del verano. Brindar para despejar dudas y arrugas, por el recuerdo del Scalextric de ese 6 de enero y por aquella Nancy sin peinar. Brindar porque sí y… ¿Por qué no? Brindar sin porqué. Brindar para que nuestra luz no deje de brillar.