Toribio Cuesta, sacerdote titular de la conocida como «Iglesia de la Lastra» nos habla del efecto de la pandemia en su parroquia

"Al principio tantos los residentes como las personas que venían de paseo para conocer el nuevo templo quedaban sorprendidos por la amplitud, con mucho espacio de aparcamiento, y confundían el templo, el  nuevo espacio físico, con la parroquia".

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Entrevistamos a Toribio Cuesta, titular de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, una persona recta, sincera, fiel, con ganas de ayudar y mucha ilusión depositada el el futuro de la moderna Iglesia de la Lastra, por supuesto cuando el fin de la pandemia nos devuelva a la normalidad.

“Esperamos que después del verano podamos recobrar la normalidad que la pandemia ha paralizado”

El próximo 25 de diciembre, además del día de Navidad como marca el calendario, se cumplirán los primeros tres años de andadura del nuevo templo de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario que, como sucede en algunas ocasiones por pura contaminación popular, casi todos los parroquianos reconocen como la iglesia de La Lastra. En la inauguración, que concitó a unos 600 feligreses y algún curioso que otro, la máxima autoridad vaticana estuvo representada por el nuncio Renzo Fratini. El templo hacia el número 23 de la diócesis leonesa y había costado 3,5 millones de euros, como detallan las crónicas del evento. Un pellizco de aquella inversión llegó en forma de donación anónima de una feligresa que ni el propio titular de la parroquia desde entonces, Toribio Cuesta, Don Toribio, sabe quién es. Es la única de toda la diócesis que cuenta con un columbario con capacidad para 800 urnas y con la posibilidad de incrementarla en el futuro.

La antigua parroquia ubicada en un bajo de la calle Marcelo Macías, paralela a Fernández Ladreda, se había quedado escasa de espacio desde hacia tiempo para desarrollar las tareas habituales de la parroquia, catequesis, reuniones, charlas, etcétera. A finales de la primera década del nuevo siglo ya se dieron los primeros pasos para acometer la nueva obra, bajo la tutela del entonces obispo de la diócesis Antonio Vilaplana. El futuro, tal y como todo el mundo daba por hecho, se antojaba halagüeño y prometedor, ligado a la expansión de este nuevo espacio urbano en el que se esperaba dar cabida a 15.000 residentes y por tanto adscritos a la parroquia. Pero los hechos discurrieron por otros vericuetos muy ajenos a la fe y al trabajo de Don Toribio Cuesta, nacido en Terradillos de los Templarios (Palencia), aunque a los cuatro años su familia ya se había establecido en León. Esta pedanía palentina del municipio de Lagartos, en la Vega de Valdavia, que en siglo XIX contaba con cerca de 800 vecinos y en 2019 según el INE con algo menos de 70, está ligado al Camino de Santiago y a la leyenda que dice que Los Templarios enterraron en sus dominios la gallina de los huevos de oro.

¿Cómo se ven las cosas casi tres años después? Toribio Cuesta, sabe como todos los vecinos que los acontecimientos han discurrido por otros derroteros y no se han podido cumplido las previsiones. Es probable que aquellas cifras iniciales se hayan quedado entorno a los cinco o seis mil parroquianos.

– ¿Cómo fueron los primeros años?

– Al principio tantos los residentes como las personas que venían de paseo para conocer el nuevo templo quedaban sorprendidos por la amplitud, con mucho espacio de aparcamiento, y confundían el templo, el  nuevo espacio físico, con la parroquia.

– Cuentan con muchas dependencias para desarrollar ideas y actividades pastorales. ¿Cómo ha sido la respuesta de los feligreses?

– Trabajamos sobre una idea diocesana. En estas salas hemos llevado a cabo muchas actividades pastorales, muchas reuniones, encuentros de enseñanza. Es un espacio abierto al que le queremos imprimir un sello familiar. Incluso algunas asociaciones de vecinos nos han pedido con suficiente antelación un espacio donde han podido celebrar sus reuniones ordinarias anuales. También desarrollamos un trabajo muy cercano con nuestros mayores que participan con entusiasmo en lecturas de creyente, es decir lecturas de las Sagradas Escrituras. Siempre que hemos pedido su colaboración para cualquier tarea, incluso hasta las más cotidianas como la limpieza, la respuesta siempre ha sido muy positiva.

– ¿Qué peso tiene la gente joven en la parroquia?

– Contamos con parejas jóvenes con familia que poco a poco se han ido sumando a algunas actividades, en algunas ocasiones empujados por los hijos, también por los eventos habituales de la vida familiar, bautizos, bodas…

– Y de repente, inmersos en esta primera etapa aparece la pandemia, aunque usted explica que apenas ha hecho mella y que sólo tiene constancia de un caso. Pero el miedo existe.

– La pandemia nos compete a todos porque son las autoridades las que establecen las reglas que nos afectan. Y un aforo de 25 personas máximo, en un templo que en el día de su inauguración reunió a 600 personas de ellas 400 sentadas, nos paraliza a todos.

– Primavera y verano ya están cerca y son épocas de bautizos y bodas. ¿Cómo se encara esta situación?

– Ya tenemos algunas bodas previstas pero estamos a expensas de esa palabra mágica que es la vacuna y no sabemos qué sucederá. Hay un caso de una pareja que ya ha aplazado la boda en más de una ocasión.

– Y además esta situación acarrea problemas serios a algunas familias que carecen de recursos básicos para vivir.

– A medida que pasan los meses las necesidades crecen y ahora ayudamos a unas cuarenta familias. No sólo con bolsas de comida. Si se les estropea la lavadora o el calentador les ayudamos a que puedan solucionar estos u otros problemas. Y contamos con la ayuda de Cáritas Diocesanas.

– ¿Cómo percibe el ánimo de los vecinos, después de año y pico de confinamiento en sus diversas fases?

– Hay incertidumbre, algo de miedo, una pandemia no es algo tangible que se vea o se palpe. E insisto, todos pensamos en la vacuna como la salida a esta situación.

– Este momento que vivimos, ¿nos conduce a pensar solo en el ahora inmediato?

– Estamos en un tiempo en el que nos cuesta comprometernos a largo plazo, ya sea con una persona, con la fe o con una forma de vida. Tenemos miedo a la permanencia.

– Usted ya lleva años en esta tarea y no tiene pinta de estar arrepentido.

– Sí, llevo ya muchos años y no tengo la más mínima tentación de arrepentimiento ni de cambiar mi vocación de sacerdote por nada.

– Imagino que el sacerdocio es un proceso largo que empieza joven. Con pocos años ya estaba en León, e incluso antes de emprender su camino trabajo en muebles Hoper.

– Con 20 años entré en el seminario y después durante seis años estuve formando a menores en el Seminario Menor. Eran épocas buenas, y terminé la docencia con 120 alumnos. Después estuve tres años en Sena de Luna, y otros siete pueblos. De ahí me fui a Madrid, al Instituto de Ciencias Morales para hacer la Licenciatura en Teología Moral y después de dos años volví a León, a Trobajo. Entonces mi amigo Francisco José Pérez y yo nos hicimos cargo de esta parroquia y de 21 pueblos de la comarca de La Vecilla, hasta Redipuertos.

– ¿Y cómo es posible atender a tantas parroquias y tan lejanas?

– Éramos buenos amigos y nos repartíamos el trabajo como mejor podíamos. Pero después una operación en la espalda me limitó el movimiento y yo me quedé con la parroquia de Nuestra Señora del Rosario y mi amigo con el resto.

– A lo mejor esa operación también frustró su afición al baloncesto que junto con el balonmano son las dos únicas disciplinas deportivas que confiesa sigue con alguna frecuencia.

– De joven sí practiqué como simple amateur el baloncesto y es verdad que junto con el balonmano son los únicos deportes que a veces sigo por televisión. Un buen partido del Ademar siempre es una buena ocasión.

– No es seguidor del deporte nacional, el futbol, y su aspecto rompe con el perfil habitual de sacerdote mayor, cerca de la jubilación. ¿El sacerdocio le deja tiempo para otras distracciones?

– Me gusta el cine aunque no tengo especial predilección por un género, depende del reparto, de la propuesta. Me gusta saber qué pasa por el mundo, estar al día, leer algún libro…

Con todo Toribio Cuesta, Don Toribio, cree que algún día volveremos a esa preciada normalidad que tanto añoramos. ¿Cuándo? Todos nos preguntamos lo mismo.