“Una crónica del Viernes Santo en León”, una exposición de Ramón R. Pallarés

"La aparición en esa mañana de la Procesión de los Pasos de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno activa el espacio urbano y nos obliga a contemplar el casco antiguo con otros ojos"

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Resulta siempre atrayente, tanto para habitantes como para turistas, observar la vida de la ciudad antigua de León, pero no hay duda de que la mañana del Viernes Santo es un momento singular para contemplarla más despacio, para admirarla de nuevo.

Como ocurre cuando se celebra un ritual año tras año, hay repetición en lo fundamental y variaciones en muchos detalles. Las imágenes que tengo de esa mañana en mi memoria están compuestas, por lo tanto, de los diferentes estratos acumulados en los años que he vivido aquí ese día y que fueron ya quedando plasmados en los pequeños dibujos que hice en la infancia, impresionado, tal vez, por la manifestación pública más teatral, pintoresca y sonora de las que pautaban el lento discurrir del año en esta ciudad de provincias. También porque era la de ejecución más perfecta y a la que se vinculaban arraigados sentimientos religiosos y de respeto por las tradiciones. Ahora, y después de muchos años de distanciamiento, he completado esos recuerdos, con una nueva vivencia de esta celebración pública de la Semana Santa leonesa.

La aparición en esa mañana de la Procesión de los Pasos de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno activa el espacio urbano y nos obliga a contemplar el casco antiguo con otros ojos, tanto los monumentos como la edificación residencial; tanto las grandes plazas como las callejas. Es una forma de mirar la ciudad condicionada por la presencia de la procesión y que pretende alejarse de la visión turística, descriptiva o pictórica de esos elementos como hechos urbanos individualizados.

Y eso es lo que pretendo mostrar en estas obras. El elemento aglutinante en el recorrido es la gente: los espectadores, tan protagonistas como los cofrades y la imaginería. El punto de vista elegido es el del que mira desde afuera y sólo ocasionalmente se recoge lo que supongo que percibe el cofrade que hace el recorrido con la procesión. Lo que empezó siendo un grupo disperso de composiciones ha terminado constituyendo un relato, lógicamente nunca completo, una “crónica” del ambiente de la ciudad antigua de León esa mañana.

La técnica es simple: tinta china y agua, pincel y plumilla.