A vueltas con la Plaza del Grano

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Ahora León / Texto: V.Vélez / Imagen: S.Arén

La capital leonesa ha vivido en los últimos días un clima de tensión por las obras de reforma de su emblemática Plaza del Grano. Vecinos del barrio, interesados voceros de estos y ciudadanos varios han protagonizado algunas escenas de tensión con los agentes del orden, en una protesta que ha monopolizado la agenda mediática local en los últimos días.

Las protestas han pretendido paralizar una polémica restauración en la que el respeto a la tradicional estética de la plaza ha sido el principal caballo de batalla. Una de las zonas más antiguas de León, testigo de aquella resplandeciente urbe medieval, que para muchos leoneses ha visto mancillada su virginal pureza con el paso de la maquinaria pesada.

Existe un intenso y lógico debate sobre cómo se han desarrollado las obras de la Plaza del Grano. Defensores y detractores a partes iguales, lo único claro es que había que actuar. Las maneras pueden ser unas u otras, pero algo había que hacer con esta plaza puesto que la dejadez era el peor crimen que se podía cometer en ella. No se puede permitir que un paraje urbano único a nivel continental estuviera tan descuidado, lleno de socavones y con un empedrado levantado, resultando tan poco práctico para los vecinos que se han visto durante largo tiempo sometidos a la amenaza de tropiezos y caídas.

De hecho, las asociaciones vecinales de las inmediaciones se han pronunciado a favor de la remodelación y han alzado la voz para decir que quienes han buscado impedir el desarrollo de las obras son una minoría de los habitantes del barrio. No obstante, resulta complejo delimitar de quién es patrimonio la singular Plaza del Grano ¿De los vecinos del Mercado? ¿De todos los leoneses? ¿Del soberano Ayuntamiento de la capital del Reino? ¿De los miles de fieles a Genarín que se reúnen allí cada Jueves Santo?

Entre todas las imágenes que hemos podido presenciar en los últimos días, uno se queda con la de una mujer buscando la atención de la cámara con su protesta, haciendo caso omiso a las mesuradas indicaciones policiales, reclamando una forzada reacción de las redes sociales y teatralizando una caída ante un supuesto abuso de la autoridad. Tan frecuentemente denostada, y con más frecuencia todavía con razón, bendita paciencia también de la que hacen gala en ocasiones los agentes del orden.