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La Denominación de Origen Tierra de León cerró el año 2017 con la certificación de 2.465.284 botellas frente a 2.145.636 de 2016, lo que supone un incremento del 14,90% sobre la añada anterior. El Consejo Regulador de los vinos del sur de la provincia, que tiene sus referencias enológicas en las variedades Albarín y Prieto Picudo, singulares y exclusivas, alcanza además el récord histórico de calificación coincidiendo precisamente con la celebración del décimo aniversario desde la consecución, el día 27 de julio de 2007, del sello que acredita la más alta calidad de sus vinos.

El incremento de la certificación se ha producido en todas las especificidades de grandes volúmenes. Así, el rosado alcanza 1.538.437 botellas de la añada 2017 frente a 1.336.759 de 2016 (+15,08%), el tinto joven sumó 341.606 frente a 297.853 (+14,68%) y el joven roble aumentó hasta las 212.875 frente a 174.233 (+22,17%), si bien el mayor incremento porcentual se produjo en los tintos con crianza, con 122.788 botellas con contraetiqueta de la denominación de origen frente a 83.680 del año anterior (+46,73%). Mientras los blancos mantienen el volumen de producción calificada —el de la variedad Albarín apenas pierde dos mil botellas certificadas (151.465 frente a 153.444), prácticamente las mismas que aumentan las de Verdejo (96.968 frente a 94.853)—, el de los tintos experimenta un importante incremento hasta alcanzar las 678.376 botellas frente a 560.580 de 2016 (+20,65%).

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen destaca la importancia del incremento en las certificaciones (319.684 botellas más que en 2016), especialmente de rosado (+201.678), por volumen, y de los tintos joven (+43.753), roble (+38.642) y especialmente del crianza (+39.108) en términos porcentuales (casi un 47%). Estas cifras y porcentajes confirman la solidez de la oferta del vino de referencia de la zona de producción, el rosado, cuyo consumo sigue creciendo, y de la buena evolución de los tintos, que cada año ganan posiciones en el mercado. En ese sentido, el pleno del consejo regulador agradece “el extraordinario esfuerzo que realizan las bodegas, incluso en el aspecto inversor, y los enólogos en busca de la máxima calidad de los tintos a partir de una uva singular pero muy delicada que exige muchos cuidados en los procesos elaboradores que no sólo resultan complejos, sino también muy costosos por la necesaria disponibilidad de los medios técnicos adecuados y el inmovilizado al que deben hacer frente”.

Pese al incremento de las certificaciones de una añada que alcanzó la calificación de “muy buena” y que sigue marcando una tendencia creciente desde hace diez años, el presidente del consejo regulador, Rafael Blanco, hace una llamada “a la prudencia y la reflexión” ante “la inevitable caída de la calificación que se producirá a lo largo de este año después de una vendimia desastrosa por los daños causados al viñedo por las heladas de finales de abril y una sequía prolongada y extenuante que supusieron una merma en la producción de uva de casi el 70%, poco más de 1.317.000 kilos, con relación a los casi 4.216.000 de la cosecha anterior o los 4.565.000 de la cosecha récord de 2015”.

“En cualquier caso, y pese a esa contrariedad, afrontamos nuestra participación en la actividad de León, Capital Española de la Gastronomía 2018 con el aval de esas buenas cifras, la confianza que nos otorga su buena evolución y la certeza de que presentaremos unos vinos de extraordinaria calidad, contrastada en las calificaciones de los primeros vinos de 2017 ya en el mercado”, afirma Blanco.