Ahora León / Opinión / Firma: S.Arén
Por todos es sabido que León está en continuo declive y que, mucho antes de la pandemia que tristemente nos ha tocado sufrir, nuestra tierra ya perdía población a una trepidante y desgarradora velocidad.
Se hace muy duro vivir en esta gran ciudad viendo cómo las colas del hambre aumentan, los sin techo se multiplican y los autónomos y trabajadores, a los que ya no les sobraba nada para llegar a fin de mes, ven cerrar sus negocios.
Ven trapas bajadas y carteles de venta, alquiler o traspaso mientras la ciudad en la que habitan se pinta bonita, Ordoño se remodela por enésima vez y algunos políticos piden derrochar 80.000 euros en unas placas de calles con fondo de color púrpura para poder decir que somos muy leoneses y mucho leoneses. Todo ello mientras Cruz Roja ha atendido a 234 personas sin hogar en lo que va de año y la Asociación Leonesa de Caridad ha dado 77.866 comidas, y el Banco de Alimentos ayuda a que más de 1.000 personas puedan comer, por su parte Cáritas atendió desde principios de año a más de 3.000 hogares y 5.800 personas.
Para presumir de León hemos de conseguir que tenga vida. Y la vida no se consigue pidiendo una inversión de 300.000 euros para poder encender una iluminación artística de la Catedral. Ser leonés es pensar en cómo invertir todo ese dinero en unos presupuestos municipales que realmente reviertan y ayuden a paliar la tremenda crisis que está viviendo nuestra sociedad.
Los pequeños comercios no logran ingresos suficientes para poder pagar sus impuestos. Y nadie les pregunta si pueden hacer frente a esas cargas fiscales. Mientras, la hostelería ha sido obligada a echar el cierre y recibirá unas ayudas que no van a evitar que muchos bares y restaurantes no vuelvan jamás a dar vida a nuestras calles.
León se va a seguir muriendo, pero va a quedar un solar precioso. Esta ciudad ya es bonita solo por su gente, por los leoneses, esos que cada vez en mayor medida se ven forzados a huir de su tierra en busca de oportunidades, en busca de un futuro, en busca, en definitiva, de la felicidad.
