Las que salpican

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Ahora León / Opinión / Texto: V.Vélez / Imagen: S.Arén

Las mejores son ellas, las mujeres que salpican. Aquellas que cuanto más las conoces, más te mojan, más te calan, más te empapan de lo suyo.

Como un tsunami, sin previo aviso, su cálida inundación arrasa con todo en tu interior. Te rocían con sus alegrías y penas, con su día a día, con los pájaros de su Edén y los demonios de su infierno. Un goteo incesante de momentos, confidencias y recuerdos acaricia un hilo que más que destino es dirección.

Si una de ellas te ha salpicado date por jodido. O quizá por el más afortunado. Poco importa que pongas a tender tus sentimientos, sus mojaduras lejos de secar se humedecerán cada vez más. Conectan y permanecen, las mujeres que salpican ponen en marcha un perfecto engranaje en el que zambullirse en un océano de confianza.

Por aspersión, por goteo o en surcos, la sinceridad de su agua hace posible la mejor versión de ti mismo. Ellas que te riegan desde las raíces, que se mezclan con tu savia más auténtica y que te hacen crecer hasta que cualquier temor quede a la sombra de tus hojas. Atención y pasión para florecer, cada vez más y más suyo, más enamorado, más mojado.

Sí. Ellas, las que se mojan. Las que arriesgan todo por un ideal que nadie más puede ver. Las musas, las que no te pierden de vista, las que ponen el grito en el suelo y luego se apiadan con un te lo dije. Las que se tiran a la piscina. El oleaje de la media luna y la primera lluvia de lo que prometía convertirse en una árida primavera.

Sí. Ellas, las que te mojan. Tanto con esas risas armadas de pistola de agua o con aquellas lágrimas sin pañuelo. Un torrente sin placa, una guardián entre el centeno, con esa mueca tan de anuncio de sonrisa y tan de sonrisa de anuncio.

Ellas las de la riada de emociones, las que llevan el principio femenino del yin a su noveno cielo. Las palomitas de la peli, el ramo de la novia, la salsa de los macarrones, el complementario de la primitiva y el gol del partido. Las que dan sentido a tus meses de mayo.

Ellas las de los charcos. Por las que componía Mozart y por las que escribía Wilde. Esas que las reconocerás porque solo es una y no más. Eso es, sabrás que es ella porque no dejaste de pensarla mientras leías esto. Ojalá te salpique por penúltima vez.